La pintura alemana
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en una llamada pintura histórica realista. Esta pintura
de atelier, todo lo sacrifica a una pura escenografía, a
un grosero efecto exterior. No es más que el reflejo
pésimo, indicador de la filosofía materialista de aquel
tiempo.
Un romántico singularmente tardío es el pintor
germano-suizo Amoldo Bócklin (Basilea, 1827 ; Fiesole,
1901). Por su sensualismo, por su manera de ver el
mundo real bajo un aspecto fabulístico, por su inven-
tiva romántica, expresada plásticamente, pertenece a
la segunda mitad del siglo xix. Pero su arte no
significa la creación de nuevas e importantes formas,
de interés para el futuro. Si bien el mundo creado por
Bócklin en sus obras corresponde a un modo de ver
muy personal, no obstante se une mucho de teatral,
mucho carácter literario-ilustrativo, y aquello que
debería cautivarnos como elevada poesía, se nos hace
insípido a la larga. Mucho de lo que en la Naturaleza
fluye, mucho que sólo se intenta sugerir sin expresarlo,
nos lo presenta Bócklin ante los ojos con desmedida clari-
dad, valiéndose de pequeñas y grandes figuras. El asunto
fantástico no surge ante nosotros sino despojado de
todo su hechizo, debido a la figuración materialista ;
los motivos de gran efecto que el artista escoge de la
Naturaleza y desfigura, hoy nos hacen pensar, con fre-
cuencia y de una manera desagradable, en el cine. Pero
cuando busca motivos poéticos, figurándolos de una
manera sencilla y lírica, cuando reproduce simples re-
tazos de la Naturaleza, arbustos y flores con inteligente
intuición y delicado sentido pictórico, reconócense las
extraordinarias y evidentes cualidades artísticas de
este pintor-poeta (lám. LXV).
El romanticismo no ha dejado nunca de producirse
en Alemania, y si en las obras, saturadas de sano natu-
ralismo, de Hans Thoma, aparece con una vibración
más débil, vuelve luego a florecer, bellamente sazonado
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en una llamada pintura histórica realista. Esta pintura
de atelier, todo lo sacrifica a una pura escenografía, a
un grosero efecto exterior. No es más que el reflejo
pésimo, indicador de la filosofía materialista de aquel
tiempo.
Un romántico singularmente tardío es el pintor
germano-suizo Amoldo Bócklin (Basilea, 1827 ; Fiesole,
1901). Por su sensualismo, por su manera de ver el
mundo real bajo un aspecto fabulístico, por su inven-
tiva romántica, expresada plásticamente, pertenece a
la segunda mitad del siglo xix. Pero su arte no
significa la creación de nuevas e importantes formas,
de interés para el futuro. Si bien el mundo creado por
Bócklin en sus obras corresponde a un modo de ver
muy personal, no obstante se une mucho de teatral,
mucho carácter literario-ilustrativo, y aquello que
debería cautivarnos como elevada poesía, se nos hace
insípido a la larga. Mucho de lo que en la Naturaleza
fluye, mucho que sólo se intenta sugerir sin expresarlo,
nos lo presenta Bócklin ante los ojos con desmedida clari-
dad, valiéndose de pequeñas y grandes figuras. El asunto
fantástico no surge ante nosotros sino despojado de
todo su hechizo, debido a la figuración materialista ;
los motivos de gran efecto que el artista escoge de la
Naturaleza y desfigura, hoy nos hacen pensar, con fre-
cuencia y de una manera desagradable, en el cine. Pero
cuando busca motivos poéticos, figurándolos de una
manera sencilla y lírica, cuando reproduce simples re-
tazos de la Naturaleza, arbustos y flores con inteligente
intuición y delicado sentido pictórico, reconócense las
extraordinarias y evidentes cualidades artísticas de
este pintor-poeta (lám. LXV).
El romanticismo no ha dejado nunca de producirse
en Alemania, y si en las obras, saturadas de sano natu-
ralismo, de Hans Thoma, aparece con una vibración
más débil, vuelve luego a florecer, bellamente sazonado