LA PINTURA ALEMANA
123
En la maestría que preside estos retratos cortesanos
de Holbein hay que hacer resaltar que, por encima de
la detallada reproducción de los suntuosos, casi más
que suntuosos ropajes, trata de dar expresión a los
semblantes y las manos más que a todo lo demás.
Ya desde un principio fueron para él las manos un
importante factor de caracterización; su posición, que
casi siempre es recatada, lo mismo que la expresión
total de las figuras, exterioriza todo el carácter de la
persona representada en su movimiento motor, a me-
nudo sólo indicado ; sirva de ejemplo el retrato de la
reina Juana Seymour, de 1536, existente en la Galería
de Viena. El de la princesa Cristina de Dinamarca, re-
presentada de pie y de figura completa, vestida con
ropajes oscuros que indican su viudedad, ejecutado
en 1538 (Galería Nacional de Londres), expresa tal
nobleza y distinción en su actitud, que en este sentido
no ha sido superado por ningún otro retrato femenino
ni de la escuela francesa, ni de la italiana, ni de la in-
glesa (lám. LVI).
El arte de Holbein, arte sensual y asensual al mismo
tiempo, en el que el elemento germano encuentra una
expresión jamás superada, sólo ha podido reproducirse,
tanto por alemanes como por ingleses, de una manera
superficial y siempre como imitación fácil de reconocer.
La pintura augsburguesa en el Renacimiento
A principios del siglo xvi la ciudad de Augsburgo
comenzó a convertirse en una urbe cosmopolita. Junto
con el incremento de su importancia política y econó-
mica, creció su significación artística. Augsburgo es el
punto en que la Pintura alemana alcanzó un desarrollo
más extenso y constante, mantenido por talentos origi-
nales, desarrollo que se prolongó hasta bien entrado el
barroco. No sólo se dejan observar en los dos primeros
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En la maestría que preside estos retratos cortesanos
de Holbein hay que hacer resaltar que, por encima de
la detallada reproducción de los suntuosos, casi más
que suntuosos ropajes, trata de dar expresión a los
semblantes y las manos más que a todo lo demás.
Ya desde un principio fueron para él las manos un
importante factor de caracterización; su posición, que
casi siempre es recatada, lo mismo que la expresión
total de las figuras, exterioriza todo el carácter de la
persona representada en su movimiento motor, a me-
nudo sólo indicado ; sirva de ejemplo el retrato de la
reina Juana Seymour, de 1536, existente en la Galería
de Viena. El de la princesa Cristina de Dinamarca, re-
presentada de pie y de figura completa, vestida con
ropajes oscuros que indican su viudedad, ejecutado
en 1538 (Galería Nacional de Londres), expresa tal
nobleza y distinción en su actitud, que en este sentido
no ha sido superado por ningún otro retrato femenino
ni de la escuela francesa, ni de la italiana, ni de la in-
glesa (lám. LVI).
El arte de Holbein, arte sensual y asensual al mismo
tiempo, en el que el elemento germano encuentra una
expresión jamás superada, sólo ha podido reproducirse,
tanto por alemanes como por ingleses, de una manera
superficial y siempre como imitación fácil de reconocer.
La pintura augsburguesa en el Renacimiento
A principios del siglo xvi la ciudad de Augsburgo
comenzó a convertirse en una urbe cosmopolita. Junto
con el incremento de su importancia política y econó-
mica, creció su significación artística. Augsburgo es el
punto en que la Pintura alemana alcanzó un desarrollo
más extenso y constante, mantenido por talentos origi-
nales, desarrollo que se prolongó hasta bien entrado el
barroco. No sólo se dejan observar en los dos primeros