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AUGUSTO L. MAYER

dora. Pruebas características del estado de la pintura
hamburguesa en aquella época nos la da el altar de
San Lucas, de Hinrick Bornemann, existente en la iglesia
de San Jacobo, así como algunas tablas del antiguo altar
mayor de la catedral de Hamburgo, actualmente en el
refectorio de Marienburg (Prusia occidental).
En Lübeck (1) se nos ha conservado una pintura,
en general, digna de consideración, principalmente obras
de la segunda mitad del siglo xv. Hermen Rodé parece
haber provisto con su taller, desde 1468 a 1501, sobre
todo al gran círculo de colonias lubeckianas, y a las
esferas interesadas en construcción de retablos, desde
Reval a Estocolmo. Este artista, algo arcaico, acusa
una clara relación con la pintura neerlandesa. Su San
Lucas, de la iglesia de Santa Catalina, obra de 1484,
existente en el Museo de Lübeck, es grata de recordar,
debido a la original configuración del motivo, en el que
género y representación aparecen felizmente unidos.
La Muerte de la Virgen, pintada en 1494, que conserva
la iglesia de Nuestra Señora de Lübeck, recuerda, con
su abundante labor de pliegues, violentamente quebra-
dos, las creaciones de la misma época en el Noroeste
de Castilla.
Mucho más plástico y penetrante que Rodé es Bernt
Notke (hacia 1440 a 1517), que además de Lübeck tra-
bajó en Reval, Estocolmo, y en Dinamarca. Su Misa de
San Gregorio, en la iglesia de Nuestra Señora de Lübeck
(lám. XIX), en las figuras muy individualizadas, algo
compasivas, recuerda un poco el estilo de Bartolomé
Vermejo y su taller aragonés. Las tablas del altar de San
Juan Evangelista (alrededor de 1494), conservadas en el
Museo de Lübeck, son algo más flojas y hacen presentir
las obras castellanas del círculo de Gallego.

(1) A. Goldschmidt, Lübecker Malerel und Plasíik bis
1530. Lübeck, 1889.
 
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