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https://doi.org/10.11588/diglit.61746#0129
LA pintura aléMañA
125
de 1529, en el cual aparece acompañado de su esposa
(Viena, Museo de Historia del Arte), considerado una
obra excelente en el terreno de lo puramente pictórico,
podría observarse como un intento a adoptar el nuevo
estilo manierista sobre la propia manera, tanto en lo
que se refiere a la composición como al espíritu, pues
el motivo veneciano del espejo sostenido por una mujer
aparece aquí transformado en un aspecto más patético :
dos cabezas de muerto, ejecutadas, tal vez, con el pre-
sentimiento de la muerte cercana.
De carácter completamente distinto al de Burgk-
mair es el pintor Jorge Bren el Viejo (1) (Augsburgo,
por los años 1475-1537), sólo algunos años más joven.
Sus obras de juventud, que ejecutara principalmente
con destino a conventos austríacos, las alas del altar
de San Bernardo, en Zwettl, y los cuadros de la Vida
y Pasión de Jesucristo, en Herzogenbusch, de 1501
(actualmente conservado, sólo en parte, en el Museo
Germánico de Nurenberg), nos dan a conocer un artista
genial y original, de temperamento extraordinaria-
mente vigoroso. Dentro de su suculenta jugosidad no
retrocede ante la más bárbara falta de gusto. En su
tiempo debió producir sobre los meridionales el mismo
efecto, tal vez, que el que en la actualidad producen los
cuadros de Corinth sobre los latinos. Bren estaba do-
tado de un talento que le podría haber elevado a ser
el Brueghel suabo. Pero el artista no fué en absoluto
por este camino. Sus obras primeras sorprenden por su
emplazamiento grandioso, produciendo un efecto entre
tapicería y pintura naturál, al que se añade un sello
ilustrativo en el mejor sentido de la palabra. Así, ya
los cuadros de Melk presentan un manierismo propio
del gótico tardío, no existiendo con el tiempo más
(1) Comp. los estudios de Roettinger en el Jahrbuch der
Allerhoechsten Kaiserhauses, XXVIII, 1909, y de Buchner,
Benesch y Parker en el citado vol. II de los « Beitraege ».
125
de 1529, en el cual aparece acompañado de su esposa
(Viena, Museo de Historia del Arte), considerado una
obra excelente en el terreno de lo puramente pictórico,
podría observarse como un intento a adoptar el nuevo
estilo manierista sobre la propia manera, tanto en lo
que se refiere a la composición como al espíritu, pues
el motivo veneciano del espejo sostenido por una mujer
aparece aquí transformado en un aspecto más patético :
dos cabezas de muerto, ejecutadas, tal vez, con el pre-
sentimiento de la muerte cercana.
De carácter completamente distinto al de Burgk-
mair es el pintor Jorge Bren el Viejo (1) (Augsburgo,
por los años 1475-1537), sólo algunos años más joven.
Sus obras de juventud, que ejecutara principalmente
con destino a conventos austríacos, las alas del altar
de San Bernardo, en Zwettl, y los cuadros de la Vida
y Pasión de Jesucristo, en Herzogenbusch, de 1501
(actualmente conservado, sólo en parte, en el Museo
Germánico de Nurenberg), nos dan a conocer un artista
genial y original, de temperamento extraordinaria-
mente vigoroso. Dentro de su suculenta jugosidad no
retrocede ante la más bárbara falta de gusto. En su
tiempo debió producir sobre los meridionales el mismo
efecto, tal vez, que el que en la actualidad producen los
cuadros de Corinth sobre los latinos. Bren estaba do-
tado de un talento que le podría haber elevado a ser
el Brueghel suabo. Pero el artista no fué en absoluto
por este camino. Sus obras primeras sorprenden por su
emplazamiento grandioso, produciendo un efecto entre
tapicería y pintura naturál, al que se añade un sello
ilustrativo en el mejor sentido de la palabra. Así, ya
los cuadros de Melk presentan un manierismo propio
del gótico tardío, no existiendo con el tiempo más
(1) Comp. los estudios de Roettinger en el Jahrbuch der
Allerhoechsten Kaiserhauses, XXVIII, 1909, y de Buchner,
Benesch y Parker en el citado vol. II de los « Beitraege ».